Nada qué hacer.
El prejuicio es veneno
para el alma
Corroe, lenta
pero irremediablemente
y a la frágil esfera de una
dulce señal,
arrolla y aniquila.
En un cálculo
de enmarañada obcecación
no merece
quien no aprecia
en su deseo
de autodestrucción
el valor que otro concede
mal juzga, en su ciego desdén,
colecta ínfulas
y en sufrimiento auto inflingido,
se entretiene...
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